miércoles, 4 de enero de 2012

CARNE DE FIESTA Y PROCESION

Durante muchos años de mi infancia, el último domingo de septiembre mi padre nos llevaba a la procesión del Cristo de los Dolores en el Municipio de Tacoronte.

Antiguamente las personas del campo solían pedirle a los santos sobretodo salud para los suyos, nunca faltando a la cita con el, yo no soy de muchos hábitos  y a la procesión del domingo ya no voy, pero sí que sigo en contacto con él, a veces cuando estoy muy estresado me acerco por el pueblo, bajo a la plaza y estoy un ratito sentado junto a él, siempre me da la sensación de que me estaba esperando, creo que sea porque es un Cristo que no transmite sufrimiento, ni esta clavado a una cruz, de ahí su diferencia.
El silencio y la tranquilidad que se respira allí, hacen que sea el lugar perfecto para ver los problemas de otro color, con tranquilidad, con paciencia. 
Pero hablemos del domingo, sólo llegar ya notas el aroma a la carne de fiesta y los pinchitos, siempre solíamos desayunar unas rebanadas de pan con tomate, aceite ajo y jamón.
Las calles solían estar impregnadas por los aromas de esta carne de cochino adobada que despiertan el apetito y son una parte fundamental de los sabores auténticos de las fiestas.
La elaboración es muy sencilla, troceamos la carne de COCHINO en trocitos pequeños  y la colocamos en una cacerola, echándole por encima siempre en seco un poco de TOMILLO, ORÉGANO  LAUREL y una pizca de PIMIENTA MOLIDA.
En un mortero, preparamos el adobo con los AJOS, UN POCO DE PEREJIL, LA SAL, EL PIMENTÓN, EL VINO, un poco de VINAGRE Y EL ACEITE.
Tenemos que trabajar todo bien porque éste va a ser el adobo que bañe la carne durante toda la noche.
Al otro día y cuando apetezca, sólo queda  asarla o freírla bien con un trozo de pan de Tacoronte, un vaso de vino y “santas pascuas”.
La carne de fiesta puede servirse seca (simplemente frita) en unos pinchitos con unos trocitos de pimiento acompañándola y en la punta una rebanada de pan para coger la carne, o en un plato con la salsa del sobrante del adobo calentado en una sartén con medio vaso de vino, hasta que reduzca.

Se suele servir con un plato de papas fritas del país, un pan y medio limón.

 Después de la Procesión se va escondiendo la tarde con unas truchas de batata, un vaso de leche, un adiós y hasta el próximo año si Dios quiere (que seguro querrá)  

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